domingo, 2 de agosto de 2009

18. N0 HAY PALABRAS PARA ESTO


El cuerpo de Bella, manaba rojo, empezaba a moverse, moviéndose bruscamente en los brazos de Rosalie como si la estuvieran electrocutando. Todo el tiempo, su rostro estuvo blanco —inconsciente. Era el salvaje retorcimiento de los que se encontraba en el centro de su cuerpo lo que la movía. Mientras ella se convulsionaba, fuertes crujidos y sonidos de que algo se rompía mantenían el ritmo junto con los espasmos.
Rosalie y Edward se congelaron por el medio-minuto más corto, y luego se rompieron. Rosalie abrazo el cuerpo de Bella con sus brazos, y, gritando tan rápido que era difícil separar individualmente las palabras, ella y Edward llegaron a la escalera del segundo piso en cuestión de segundos.
Salí corriendo tras ellos a toda velocidad.
“¡Morfina!” Edward le gritó a Rosalie.
“¡Alice —contacta a Carlisle por teléfono!” chilló Rosalie.
Al cuarto al que los seguí tenía la apariencia de una sala de emergencias preparada justo en el medio de una biblioteca. Las luces eran brillantes y blancas. Bella esta en una tabla debajo del resplandor, su piel estaba fantasmal debajo del foco. Dejó su cuerpo caer, como un pez en la arena. Rosalie mantuvo a Bella abajo, tirando y desgarrando su ropa para quitarla del camino, mientras Edward le inyectaba una jeringa en el brazo.
¿Cuántas veces la había imaginado desnuda? Ahora no podía mirar. Tenía miedo de tener esos recuerdos en mi cabeza.
“Edward, ¿Qué esta pasando?”
“¡Se esta sofocando!”
“¡La placenta se ha de haber roto!”
En algún lugar de esto, Bella regresó. Respondió a sus palabras con un chillido que desgarro mis tímpanos.
“¡SACALO!” gritó. “¡No puede RESPIRAR! ¡Hazlo AHORA!”
Vi puntos rojos salir cuando su grito le rompió los vasos sanguíneos de sus ojos.
“La morfina —,” gruñó Edward.
“¡NO! ¡AHORA —!” Otro chorro de sangre salió mientras ella chillaba. El sostuvo su cabeza, desesperadamente tratando de limpiar su boca para que pudiera respirar de nuevo.
Alice se precipitó en el cuarto y coloco un pequeño auricular azul debajo del pelo de Rosalie. Y luego se alejó, con sus ojos dorados y en llamas, mientras Rosalie silbaba frenéticamente en el teléfono.
En la brillante luz, la piel de Bella tenía un aspecto más morado y negro que si fuera blanca. Un rojo profundo se filtraba debajo de la piel sobre el enorme, y escalofriante abultamiento en su estomago. Rosalie se acerco con un escalpelo en mano.
“¡Deja que la morfina se extienda!” gritó Edward.
“No hay tiempo,” silbó Rosalie. “¡El bebé se está muriendo!”
Su mano se acerco a el estomago de Bella, y un vivido rojo chorreo donde Rosalie había perforado la piel. Era como si una cubeta hubiera sido volteada, un grifo abierto al máximo. Bella se sacudió, pero no gritó. Se seguía ahogando.
Y luego, Rosalie perdió la concentración. Vi como la expresión en su cara cambio dramáticamente, sus labios se retiraron de sus dientes y sus ojos negros brillaron de sed.
“No, ¡Rose!” rugió Edward, pero sus manos estaban atrapadas, tratando de apoyar a Bella verticalmente para que pudiera respirar.
Me abalance sobre Rosalie, saltando a través de la mesa sin preocuparme. Al momento de chocar con su cuerpo de piedra, golpeándola hacia la puerta, sentí el bisturí en su mano mientras apuñalaba mi brazo izquierdo. Mi mano derecha se estrelló contra su cara, bloqueando su mandíbula y cerrando sus vías respiratorias.
Tal y como tenia a Rosalie agarrada, trate de mover su cuerpo afuera, para que pudiera patearla en el estomago; era como patear concreto. Ella voló hacia el marco de la puerta, agarrándose de esta. El pequeño auricular en su oído se rompió en pedazos. Casi al instante, Alice estaba ahí, jalando de su garganta para llevarla al vestíbulo.
Y tuve que dárselo a Rose —no puso una onza de fuerza. Ella quería que nosotras le ganáramos. Me dejo golpearla como lo hice, para salvar a Bella. Bueno, para salvar a la cosa.
Arranque la navaja de mi brazo.
“Alice, ¡sal de aquí!” gritó Edward. “Llévala con Jasper, y mantenla ahí. ¡Jacob, te necesito!”
No vi como Alice termino el trabajo. Corrí al lado de la mesa de operaciones, donde bella se estaba tornando azul, sus ojos abiertos y observando.
“¿CPR?” me gruño Edward, rápido y exigente.
“¡Sí!”
Juzgue su cara por un rápido momento, esperando cualquier signo de que reaccionara como Rosalie. No había nada más que una simple ferocidad determinada.
“¡Haz que respire! Tengo que sacarlo antes de —“
Otro sorprendente crujido sonó dentro de su cuerpo, el más fuerte, tan fuerte que ambos nos congelamos en shock esperando su respuesta. Nada. Sus piernas, que se habían doblado debido a la agonía, se aflojaron, en una forma nada natural.
“Su espina dorsal,” chilló el de horror.
“¡Sácalo de ella!” gruñí, aventando el bisturí hacia el. “¡No sentirá nada ahora!”
Fui hacia su cabeza. Su boca parecía limpia, así que presioné la mía a la de ella y sople una fuerte cantidad de aire.
Sentí como su cuerpo se expandía, así que no había nada bloqueando su garganta.
Sus labios tenían el sabor de la sangre.
Podía oír su corazón golpeando de forma irregular. “Sigue así” pensé ferozmente hacia ella, soplando de nuevo hacia su cuerpo. “Lo prometiste. Mantén tu corazón latiendo”
Oí el suave sonido del bisturí a través de su estomago. Más sangre se derramaba en el suelo.
El siguiente sonido me desconcertó completamente, inesperado, aterrador. Como un metal siendo hecho trizas. El sonido me trajo recuerdos de la batalla hace ya tantos meses, el sonido de los recién nacidos mientras eran desmembrados. Voltee a ver la cara de Edward presionada contra el bulto. Dientes de vampiro —la única forma de cortar a través de la piel de vampiro.
Me estremecí mientras le soplaba más aire a la boca de Bella.
Tosió de regreso, pestañeando, moviéndolos ciegamente.
“¡Te quedaras conmigo ahora, Bella!” le grite. “¿Me oyes? ¡Quédate! No me vas a dejar. ¡Mantén tu Corazón latiendo!”
Sus ojos giraban, buscándolo a el o a mi, pero no viendo nada.
Me quede mirándolos de todas formas, mirándolos fijamente.
De repente, su cuerpo de heló debajo de mis manos, su respiración se hizo mas rápida y su corazón seguía golpeando. Me di cuenta de que su quietud se debía a que todo había terminado. La tortura interna había terminado. Debía de estar fuera de ella.
Lo estaba.
Edward susurro, “Renesmee.”
Bella había estado equivocada. No era el niño que se había imaginado. No era mucha sorpresa. ¿En que se había equivocado?
“Déjame…,” dijo en un susurro. “Dámela.”
Supuse que debería de saber que él siempre le daba lo que ella quería, no importaba que tan estúpida fuera su petición. Pero no soñé que el le haría caso ahora. Así que no pensé en detenerlo.
Algo caliente tocó mi brazo. Eso debió de captar mi atención. Nada me parecía caliente ya. No podía apartar la vista de la cara de Bella. Pestañeo y por fin empezó a ver algo. Gimió extrañamente, un sonido débil.
“Renes… mee. Tan… hermoso.”
Y luego soltó un grito apagado —un grito de dolor.
Cuando alce la vista, ya era demasiado tarde. Edward arrebato la caliente, y sangrienta cosa de sus débiles brazos. Mis ojos observaron su piel. Estaba roja de sangre —la sangre que salía de su boca, la sangre mancho a la criatura, y sangre fresca salía de una pequeña manca de mordida sobre su pecho izquierdo.
“No, Renesmee,” murmuro Edward como si tratara de enseñarle a la criatura modales.
No lo mire ni a él ni al eso. Solo vi a Bella, mientras sus ojos giraban de nuevo, hacia adentro.
Con un último golpeteo, su corazón dudo, y se quedo en silencio.
No había pasado menos de medio segundo cuando mis manos ya estaban en su pecho, haciendo compresiones, contando en mi cabeza, tratando de mantener el ritmo. Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Alejándome un momento, sople todo lo que pude dentro de su boca.
No podía ver nada. Mis ojos se empaparon y todo se volvió borroso. Pero estaba más que atento a cada sonido dentro del cuarto. El involuntario ‘glug-glug’ de su corazón debajo de mis manos, el palpitar del mío propio, y otro —un latido extremadamente rápido, muy ligero. No le podía dar lugar a eso.
Forcé más aire dentro de la garganta de Bella.
“¿Que es lo que estas esperando?” le gruñí casi sin aliento, bombeando su corazón de nuevo. Uno. Dos. Tres. Cuatro.
“Toma al bebé,” dijo urgentemente Edward.
“Arrójalo por la ventana.” Uno. Dos. Tres. Cuatro.
“Dámela a mí,” dijo una voz muy baja desde la puerta.
Edward y yo gruñimos al mismo tiempo.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
“Lo tengo bajo control,” prometió Rosalie. “Dame al bebe, Edward. Cuidare de ella hasta que Bella…”
Respire por Bella de nuevo mientras el cambio era efectuado. El fuerte thumpa-thumpa-thumpa se desvanecía a la distancia.
“Jacob, mueve tus manos.”
Alce la vista hacia los blancos ojos de Bella, seguía bombeando su corazón. Edward tenía una jeringa en su mano —toda plateada, como si estuviera hecha de acero.
“¿Qué es eso?”
Su mano de piedra movió la mía fuera del camino. Hubo un pequeño crujido mientras rompía mi dedo meñique. En el mismo segundo, empujo la aguja justo en su pecho.
“Mi veneno,” contesto mientras la empujaba mas a fondo.
Escuche la sacudida de su corazón, como si le hubieran dado electrochoques.
“Mantenlo en movimiento,” ordeno. Su voz era helada, estaba muerta. Feroz y sin pensarlo. Como si fuera una maquina.
Ignore el dolor mientras se curaba mi dedo, y empezó a bombear de nuevo. Era mas duro, como si su sangre se hubiera congelado ahí —espesa y lenta. Mientras empujaba la ahora viscosa sangre a través de sus arterias, observe lo que él estaba haciendo.
Era como si la estuviera besando, rozando sus labios en su garganta, en sus muñecas, en la arruga de su brazo. Pero podía oír como su piel se desagarraba y sus dientes la atravesaban, una y otra vez, forzando al veneno a entrar en su cuerpo en cuantos puntos era posible. Vi su pálida lengua limpiaba las partes sangrientas, pero antes de esto de que esto me enfermara o me enojara, me di cuenta de lo que estaba haciendo. Donde su lengua limpiaba el veneno sobre su piel, lo cerraba. Manteniendo el veneno dentro de su organismo.
Sople mas aire dentro de su boca, pero no había nada ahí. Solo el pecho que se movía, sin vida. Seguí bombeando su corazón, contando, mientras el trabajaba maniáticamente sobre ella, tratando de juntarla de nuevo. Todos los caballos del Rey y todos los hombres del Rey...
Pero no había nada, solo yo, solo el.
Trabajando sobre un cadáver.
Por que era lo único que nos quedaba de la chica que ambos habíamos amado. Ese roto, desangrado y destrozado cadáver. No podíamos unirla.
Supe que era demasiado tarde. Supe que estaba muerta. Lo supe con certeza porque su pulso se había ido. No sentí ninguna razón por la que debería de estar al lado de ella. Ella no estaba ahí. Ese cuerpo no me atraía más. El sentimiento de estar junto de ella se había desvanecido.
O tal vez ‘movido’ era una mejor palabra. Parecía que me sentía empujado ahora hacia la dirección contraria. Hacia abajo de las escaleras, fuera de la puerta. El largo camino para salir de aquí y nunca, nunca regresar.
“Entonces, vete,” me dijo bruscamente, y quito mis manos del camino, esta vez, tomando mi lugar. Ahora se me rompieron tres dedos. O al menos eso sentí.
Los enderece entumecidos, sin importarme el dolor.
El empujaba su corazón mucho mas rápido de lo que yo lo hacia.
“No esta muerta,” gruño. “Se pondrá bien.”
No estaba seguro si me hablaba a mí.
Girándome, dejándola con su muerta, Salí despacio por la puerta. Tan despacio. No podía hacer que mis pies se movieran más rápido.
Eso era, entonces. El océano de dolor. La otra costa tan lejos, cruzando el agua hirviendo, que no pude imaginarla, menos verla.
Me sentí vacio de nuevo, ahora que había perdido mi propósito. Salvar a Bella había sido mi lucha por tanto tiempo. Y ella no seria salvada. Ella había gustosamente entregado su vida por dejar que un joven monstruo saliera de ella, y así la lucha estaba perdida. Todo había terminado.
Me estremecí con el sonido que salió detrás de mí mientras recorría las escaleras abajo —el sonido de un corazón muerto siendo forzado a latir.
Quería que de una forma arrojar cloro dentro de mi cabeza y dejar que lo friera. Para quemar las imágenes que me habían quedado de Bella en sus últimos minutos. Tomaría el daño cerebral para quitármelas —los gritos, el sangrado, los crujidos y los golpes mientras el monstruo recién nacido lloraba desde su interior__
Quería huir de ahí, saltar las escaleras de diez en diez y salir corriendo a través de la puerta, pero mis pies estaban tan pesados como el hierro y mi cuerpo estaba mas cansado de lo nunca había estado. Arrastre los pies por las escaleras como un hombre bastante viejo.
Descanse en el último escalón, juntado mi fuerza para salir por la puerta.
Rosalie estaba sentada en el final del limpio sillón blanco, su espalda hacia mí, murmurando hacia la sabana envuelta en sus brazos. Debió oír mi pausa, pero me ignoro, atrapada en el momento de su maternidad robada. Tal vez ahora seria feliz. Rosalie tenia ahora lo que quería, y Bella nunca regresaría para quitársela. Me pregunte que era lo que la rubia ponzoñosa había estado esperando de todo esto.
Sostuvo algo obscuro en sus manos, y ahí estaba un asqueroso sonido proveniente de un pequeño asesino que la sostenía.
El aroma de la sangre en el aire. Sangre humana. Rosalie lo estaba alimentando. Claro que quería sangre. ¿Que mas podría querer tal monstruo que había mutilado brutalmente a su propia madre? Hasta existía la posibilidad de que hubiera tomado la sangre de Bella. Tal vez lo hizo.
Mi fuerza regreso al tiempo que oía el sonido del pequeño devorador siendo alimentado.
Fuerza y odio y calor —un calor rojo que me lavaba la cabeza, quemando y borrando nada. Las imágenes de mi cabeza eran el combustible, creando el infierno, pero rehusándose a ser eliminadas.
Rosalie estaba absorbida por la criatura, sin prestarme atención en absoluto. No seria lo suficientemente rápida para detenerme, no con lo distraída que estaba.
Sam estaba en lo correcto. La cosa era una aberración —su existencia iba contra la naturaleza. Un negro y desalmado demonio. Algo que no tenía derecho de ser.
Algo que debía ser destruido.
Precia que lo que me empujaba hacia la puerta no era totalmente hacia esa dirección. Lo pude sentir, dándome coraje, jalándome de regreso. Poniéndome a terminar esto, para limpiar al mundo de esa abominación.
Rosalie trataría de matarme cuando la criatura estuviera muerta, y yo pelearía. No estaba seguro de poder terminar con ella antes d que los demás vinieran a ayudarla. Tal vez, tal vez no. No me importaba demasiado.
No me importaban los lobos, cualquier manada, que me vengaran o lo dejaran como justo. Nada me importaba. Todo lo que me importaba era mi PROPIA JUSTICIA. Mi venganza. La cosa que mato a Bella no permanecería ni un minuto más con vida.
Si Bella hubiera sobrevivido, me hubiera odiado por esto. Me querría matar personalmente.
Pero no me importo. A ella no le importó lo que me había hecho —dejando ser matada como un animal. ¿Por qué debería tomar en cuenta sus pensamientos?
Y luego estaba Edward. Debería de estar demasiado ocupado —muy lejos, dentro de la negación, tratando de reanimar un cadáver —para escuchar mis planes.
Así que no podría mantener la promesa que hicimos, a menos —fue una lastima que no hubiera puesto dinero —me las arreglaría contra Rosalie, Jasper, y Alice, tres en uno. Pero aunque ganara, no creo que me diera tiempo de matar a Edward.
Por que no tenía demasiada compasión para eso. ¿Por qué dejar que se saliera con las suyas por lo que había hecho? ¿No seria más justo —más satisfactorio— dejarlo vivir con nada, nada en absoluto?
Me hizo casi sonreír, mientras me llenaba con odio solo de imaginarlo. No Bella. Y también perdiendo a cuantos miembros de su familia como sea posible. Claro, que los podría unir de regreso, ya que no estaría para quemarlos. Me pregunto si la criatura se podría unir como ellos. Lo dudo. Era parte de Bella también, —así que debía de tener algo de su vulnerabilidad. Podía oír su pequeño, golpeteo del latir de su corazón.
Su corazón estaba latiendo. El de ella no.
Solo paso un segundo en lo que tomaba estas fáciles decisiones.
Los temblores se estaban haciendo fuertes y rápidos. Me puse en cuclillas, preparándome para arrebatar la pequeña criatura de los brazos de la rubia vampira. Y destrozarla con mis dientes.
Rosalie mecía a la criatura, colocando la botella de metal vacía a un lado, y alzándola en el aire para mecerla y sus mejillas se tocaron.
Perfecto. La nueva posición era bastante buena para lo que estaba a punto de hacer. Me apoye hacia atrás, y sentí como el calor me cambiaba mientras era empujado hacia el asesino —era mas fuerte que nunca, tan fuerte que me recordó el poder de un Alfa, como si me fuera aplastarme si no obedecía.
Esta vez QUERIA obedecer.
El asesino poso su mirada en mi, su mirada mas concentrada que cualquier recién nacido.
Tiernos ojos cafés, como leche con chocolate —el color exacto de los ojos que había tenido Bella.
Mis temblores pararon; el calor me inundo, más fuerte que antes, pero era una nueva forma de calor —no una que me quemaba.
Era una entusiasta.
Todo dentro de mi se deshizo mientras observaba a la cara del mitad-vampiro, mitad-humano bebé. Todas las líneas que me mantenían con vida fueron divididas en cortes rápidos, como si fueran amarrados a un montón de globos. Todo lo que me hizo como era en ese momento —mi amor hacia la chica que estaba arriba muerta, mi amor por mi padre, el odio hacia mis enemigos, mi casa, mi nombre, yo mismo— desapareció por un segundo— spin, spin, spin— y flotaron en el espacio.
Una nueva fuerza me mantuvo justo donde estaba.
No una sola fuerza, sino millones. Eran más bien cables de acero. Millones de cables de acero atándome a una sola cosa —al mismo centro del universo.
Lo podía ver ahora —como el universo giraba alrededor de ese punto. Nunca había visto la simetría del universo antes, ahora todo estaba claro.
La gravedad del aire no me sostenía más al lugar al que estaba parado.
Era la pequeña bebe en los brazos de la vampira rubia lo que me mantenían aquí ahora.
Renesmee.
Desde arriba, hubo un nuevo sonido. El único sonido que me podía tocar en estos momentos. Un frenético golpeteo, unos rápidos latidos…
Un corazón cambiando.

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