martes, 6 de abril de 2010

VENTANA AL AMOR

N/G: Aquí les dejo el Epílogo y final definitivo de este lindo Fic. Espero que lo disfruten y gracias por su infinita espera.

Gemelii Angylito

Epilogo:

6 años después.

Edward POV:

—¿helado de fresas?

—si, helado de fresas… y chocolate con almendras… ah si, y galletas de vainilla…—dijo Bella al otro lado de la línea telefónica.

—¿algo más?—le pregunté

—umm… no, creo que no…

—esta bien. Creo que estoy en casa en media hora a lo sumo…

—ok, te quiero…

—yo también mi vida— le dije antes de colgar.

Si no, no estaría recorriendo el centro de Chicago a las 2 am buscando lo que quieres comer, agregué en mi fuero interno.

Conduje por las prácticamente desiertas calles hasta que al fin encontré un supermercado abierto. Suspire con alivio antes de entrar a buscar el encargo de mi esposa. Gracias a Dios, tenían todo lo que Bella quería, me apresure en conducir a casa, no fuera que surgiera otro antojo sobre la marcha.

En cuanto llegue a casa me dirigí a la cocina—donde las luces estaban encendidas— Bella estaba sentada en uno de los taburetes junto a la mesada, su cabello castaño se encontraba suelto y tenía puesta su bata de noche color malva, sus manos se posaban en su pequeño vientre de 4 meses de embarazo. Se veía tan hermosa. Su rostro se ilumino al verme, más cuando sus ojos se dirigieron a las bolsas que traía entre mis brazos.

—oh, Edward… gracias, gracias…—dijo dándome pequeños besitos por todo el rostro.

Comencé a sacar las cosas de las bolsas y ponerlas en la mesa, Bella ya tenía una cuchara entre sus manos para cuando saque uno de los potes de helado.

—ummm… esto esta delicioso…—pronunció—es justo lo que queríamos, ¿no es así corazón?—le preguntó a su pancita.

Me encantaba cuando hacia eso, era tan tierno. Estaba tan embobado viéndola que no me di cuenta de que no estamos solos. Alce mi vista para ver Su entraba en la cocina.

—¿otro antojo de mamá?—me preguntó, yo asentí.

Era increíble como había crecido. De ser la pequeña y traviesa niñita que yo conocí a ser casi una damita, aunque igual de traviesa, eso era parte de su encanto. Susan tenía todo su cabello castaño dispuesto en una irregular trenza y sus ojos chocolate se veían soñolientos. A medida que crecía se iba pareciendo más y más a Bella, aunque nuestra familia insistía en que estaba tomando mi carácter y mis manías, será cosa de crianza, pensaba. Se sentó en uno de los taburetes junto a Bella.

Era tan lindo verlas juntas, nadie pensaría que eran tía y sobrina, parecían madre e hija y por supuesto, yo quería a Susan como si fuera mi hija, la primera, después de todo.

—¿me acompañas?—le preguntó Bella pasándole una cuchara.

—¿Cuándo le he dicho que no al helado, ma?—le preguntó de vuelta.

—¿no crees que les puede doler el estomago?—les pregunté

—no seas aguafiestas, papá… es solo un poco de helado—contestó con una sonrisa.

—es verdad, vamos, amor… únetenos…—me instó Bella

—si amanecemos todos con indigestión, las haré responsables…—dije serio. Ellas solo se rieron.

Desde que Bella había vuelto a quedar embarazada—y con ello llegaron los antojos nocturnos— este era nuestro panorama casi todas las noches, sentarnos a comer el antojo de la noche juntos. Pero sabía que faltaban dos invitados más.

La primera en aparecer en la cocina fue Lizzie, su cabello de color cobrizo estaba todo enmarañado y estaba restregándose los ojos cuando entro, en su otra mano llevaba la ya pequeña manta color rosa que utilizaba para dormir desde que era una bebé. Aun adormilada, alzo sus brazos para que la subiera en mis rodillas, claro, su estado mejoro considerablemente cuando vio el paquete de galletas de vainilla que no demoro en reclamar como suyo.

Por supuesto el ultimo en llegar siempre era Thomas, siempre había sido así, desde que era un bebé. Mamá decía que se comportaba de manera similar a mí a su edad, no había forma de sacarme de la cama, y al parecer mi hijo había heredado esta cualidad. Al menos eso nos supuso un alivio los primeros meses… pero no cuando comenzó en la escuela y las mañanas eran una batalla constante para llegar a tiempo.

Tener un bebé es complejo, tener dos es casi caótico, por lo cual era una bendición que uno de ellos tuviera el sueño pesado. Aun recuerdo las maratones nocturnas que tuvimos que correr en busca de biberones o pañales limpios. Y dentro de menos de cinco meses esos momentos iban a volver.

Aunque claro ya no seríamos primerizos y eso haría todo más sencillo. La experiencia iba a estar de nuestra parte esta vez.

Además estaba seguro de que a mamá le encantaría tener otro nieto entre sus brazos, el ultimo bebé de la familia fue el hijo de Rose y Emmett, Lucas, hace tres años, creo que para todos fue una sorpresa el embarazo de mi cuñada, después de que hubiera jurado y perjurado que no pasaría jamás por la dolorosa experiencia del parto otra vez.

—les tenemos una noticia—anunció Emmett con una enorme sonrisa.

Estábamos todos reunidos en el jardín trasero de la casa de mis padres después de haber realizado una barbacoa. O mejor dicho después de haber comprado las hamburguesas que encargamos después de que Jasper y Emmett quemaran toda la carne que habíamos comprado.

—¿se van de viaje?—preguntó Bella

—¿se van a mudar?

—¿cambiaran de coche?—Rose y Em se limitaron a negar.

—¿entonces que?—preguntó Su con impaciencia.

—bueno, …Rose y yo, ¡vamos a tener otro bebé!

—¡nooo…!—exclamaron Alice y mi esposa con sorpresa.

—¿pero si habías dicho que nunca más…?

—si, pero cambie de opinión—se limitó a contestar Rose.

—¡Felicidades!—dijo mi madre adelantándose para abrazarlos.

Para felicidad y alivio de Rosalie, esta vez disfruto de los beneficios de la cesárea. Lucas era un chico muy despierto de cabello castaño rizado y profundos ojos azules. Cada vez que sonreía se le formaban dos hoyuelos en cada una de sus mejillas.

Pero la sorpresa más grande de la familia fue el segundo embarazo de Alice. Trillizas. Tres Alice en miniatura que tenían encantado a su padre y sacaban carcajadas a toda la familia con sus ocurrencias. Eran unas bellezas de rizos rubio oscuro y ojos oscuros, que eran el vivo retrato de Alice, claro que con distinto color de cabello, acababan de cumplir los 2 años en el mes de marzo.

Mamá y papá eran los más contentos con sus 9 nietos, 10 contando al pequeño Roman que venía en camino. Los domingos todos íbamos a su casa para almorzar en familia, solo una vez esta tradición no pudo cumplirse… y eso fue en marzo 26.

Estábamos todos preparados para comenzar a preparar la barbacoa, cuando Alice comenzó a notar los primeros síntomas de parto. Inmediatamente comenzamos a preparar las cosas para llevarla al hospital. Había sido la espera más larga que habíamos vivido. La sorpresa sucedió en la sala de partos. Alice creía a pies juntillas que estaba esperando gemelas, y bueno, todos le creíamos pues ella nunca se equivocaba, además las ecografías no la contradecían. Pero al final, no sé como, sus cálculos erraron y resultaron ser tres: Sophie, Melanie y Lucy. La felicidad de Alice era palpable ante la perspectiva de tener tres muñequitas personalizadas a las cuales quería con todo su corazón.

Alrededor de las 3 am, decidí que era mejor que todos se fueran a dormir. Y digo decidí por que al parecer nadie quería hacerlo. Luego de haber acostado a nuestros hijos, Bella y yo nos fuimos hasta nuestra habitación. Abrí mis brazos para acogerla a ella quien no demoro en dormirse entre mis brazos como cada noches desde hacía casi 7 años.

Adoraba lo maravillosa que era mi vida. No la cambiaria por nada. Acaricie los suaves cabellos de mi amada mientras ella dormía, una sonrisa surcaba sus labios.

Bella aun seguía escribiendo, no lo hacía con tanta frecuencia pues al ser madre de tres —próximamente cuatro—niños no era algo sencillo. Al menos los chicos eran ordenados y la dejaban tener sus tardes de escritura. Su próximo libro iba a salir a los inicios de la primavera. Una novela romántica que tenía unos tintes de realidad, a mi parecer muchos.

Mi amiga Tanya había vuelto a Inglaterra hace cinco años, después del nacimiento de la pequeña Brittany. Ella y Mark se casaron al siguiente mes de agosto, por lo que toda la familia fue hasta Europa para la boda que se realizo en un hermoso parque de Londres. Bella y yo aprovechamos esos días para tener una mini Luna de Miel atrasada mientras los niños se quedaban con mamá.

Recorrimos Inglaterra, Francia e Italia. Pasamos una semana maravillosa en la que solo éramos nosotros y nuestro amor.

¿Acaso podía pedirle algo más a la vida?

Tenía una mujer maravillosa, que era el amor de mi vida. Unos hijos preciosos que me hacían sentir orgulloso a más no poder. Y estaba junto a toda mi familia.

Cada pequeña cosa del día a día me hacía sentir feliz y agradecido de lo que tenía. Nunca olvidaba cada uno de los momentos que me habían traído hasta acá, momentos tristes, momentos felices, momentos confusos, momentos cómicos.

—¿aun estas despierto?—preguntó Bella al verme con la mirada fija en ella.

—así es…

—¿no puedes dormir?

—simplemente estaba pensando…—respondí

—¿en que?—preguntó medio incorporándose para mirarme más de cerca.

—en ti, en mi, en los chicos… en lo maravillosa que es nuestra vida…

—lindo…—susurró acercándose a mi rostro. Sus dulces labios capturaron los míos.—te amo…

—y yo a ti, mi vida…—dije atrayéndola nuevamente a mi para besarla.

¿Que más podía pedir? No podía imaginar que alguien fuera más feliz que yo en esos momentos.

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